Montañas

Pirineos

Poco puedo añadir aquí que no haya dicho ya a quienes he hablado de mis días en Pirineos, baste decir que creo que es la primera vez en mi vida que estoy sufriendo síndrome postvacacional. Y en caso de tenerlo, sería un síndrome postvacacional curioso, de las vacaciones más cortas de la historia…
En definitiva, que los Pirineos son geniales, que es genial ver cómo mi pierna va poco a poco dando de sí hasta llegar a tres mil metritos de altura (!), que es genial ver las estrellas que nos roban las luces y la mierda del aire de Madrid, la naturaleza es genial, el agua es genial, la nieve es genial, los crampones son un inventazo, bajar dando saltos por la nieve es genial.
Pero todo ello se quedaría vacío si no fuera por las personas geniales que hacen posible que estas cosas se disfruten de esa manera tan clara como una lámpara y tan sencilla como un anillo. Una palabra entonces, una sonrisa bastan, si son las de esa persona que te cuida, te anima, te hacen seguir adelante y conseguir que sobrepases tus límites.
Ahora toca entretener al síndrome pensando en la próxima aventura 🙂

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