Aunque ya conozco esta maravillosa ciudad pegada al Atlántico hace unos meses decidí volver a disfrutarla, si cabe, más que la primera vez…¡y de nuevo un destino que enseñar a un neófito acompañante! En este caso, es Gonzalo el que desconoce la capital portuguesa.
Ahora que sé que mariposa se dice «borboleta», vuelvo a una ciudad que bien podría ser el escenario de una película del Berlín asediado en la II Guerra Mundial, pero cuyo «destartalamiento» y aspecto vetusto te proporcionan la tranquilidad que da la aceptación de las cosas como son.
Pausada y sosegadamente, te das cuenta de que Lisboa no te dice más que lo esencial para ser feliz y disfrutar de la vida: acéptate como eres, con tus rotos y tus descosidos, sin compararse con París o Londres, ¿qué sentido tiene? La vida es el aquí y el ahora, no podemos asegurar que haya más que eso.
Y ya que estamos, ¿por qué no cerrar el sentimiento zen con un bocado un pastel de Belem?
Pd. Las maravillosas fotografías que ilustran este post son de http://www.visitlisboa.com