La semana pasada estuvimos viendo Rango, la propuesta animada de Gore Verbinski (director de las tres primeras películas de la saga Piratas del Caribe), animados por las grandes críticas tanto en blogs y plataformas digitales como en las de prensa escrita.
Rango podría ser el nuevo Wall-e. Podría ser una gran película que encantara a niños y mayores, pero curiosamente esto, estar a caballo entre ambos públicos, una de los puntos más destacados del film en las críticas positivas, es en mi opinión lo que se carga la película.
Los niños de la sala no entendían «qué le pasaba» al protagonista. Y a los ojos adultos la «crisis existencial» del personaje queda manida, fuera de lugar, sobreactuada, aunque quede raro decir que un lagarto animado sobreactue.
Rango podría ser una gran película, con una gran moraleja ecológica: todos necesitamos agua para vivir, es un bien escaso y preciado que debemos cuidar y compartir. Pero en lugar de esto los personajes derrochan, malgastan y bailan bajo litros de agua en la escena final…el mensaje se distorsiona y no hay alusión a otras formas de conservar y obtener agua en medios áridos.
Pero al margen del motivo ecologista, moral y de fondo de la película, está como decía la falta de interés hacia los personajes, que no consiguen que nos reconozcamos en ellos. Escasos puntos de humor, una primera hora de película aburridísima y casi dos horas de metraje te dejan definitivamente helado, como deja su mecanismo de defensa a la protagonista femenina en varios momentos en la película:
Si algo hay que destacar de Rango es que, al fin y al cabo lo han intentado, y dos puntos clave de la película: su banda sonora y el despliegue de efectos, texturas y modelado, que consiguen una ambientación única que da un nuevo sentido a la palabra «western», un sentido que abre muchas puertas al género en este siglo y que demuestra que es posible recuperar esta temática desde un punto de vista multifocal.
Aunque no me gustó, si eres un fan de la animación es una propuesta interesante para las tardes lluviosas, como las que nos acompañan estos días en Madrid.
