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Viaje a Japón. Día 10: primeros pasos en Kioto

Bueno, lo primero que voy a contaros de Kioto es que tras nuestra noche en Miyajima se nos cayó el mundo al suelo durmiendo en el K´s House, además, tras haber visitado el de Takayama (aquí esa etapa del viaje a Japón) esperábamos mucho más de este establecimiento. Por lo tanto, sitio no recomendado para pasar vuestras noches en Kioto (malísima atención, ruidoso, sucio…) aunque sí os recomiendo buscar algo económico tipo hostel, porque Kioto es carillo en general.

Nuestro primer día en esta ciudad de mil templos (1600, para ser más exactos) alquilamos unas bicis (tenía yo mucho mono de bicicletear en un país tan dado a ello) y nos fuimos hasta el Palacio Imperial en bici. Así que después de Europa y América, ya puedo decir que he bicicleteado por Asia en mi peculiar «vuelta al mundo a pedales». Igual algún día puedo darme el gustazo de hacerla de otra manera, ¿quién sabe? 😉

Detalle de uno de los techos del palacio. Se hacen a mano encajando pequeñas planchas y esquirlas de madera. Un trabajo de japos.

El palacio es visita obligada y además tuvimos la suerte de aparecer por allí a las 9.30, justo antes de la primera visita. Sólo hay dos, a las 9.30 y a las 14.30 y hay que inscribirse allí para que te dejen pasar. Es una visita de una hora interesante, la chica que nos llevó explicaba cositas en inglés (solo hay visitas en inglés)  y el sitio es bonito.

Después de eso bajamos al Museo Internacional del Manga, que está algo escondido y fuera de la-tipica-visita-a-Kioto. Es más, casi todo está en japonés y no te enteras ni del nodo. Pero tienen muchas cosas chulas con las que trastear y se entiende bastante bien la cultura y evolución del manga. Una visita muy divertida y recomendable en la que descubrimos a un espectacular ilustrador japonés y nos pudimos comprar alguno de sus libros de dibujo.

Esta soy yo haciendo la japonesa.

Pero no, eso no fue todo, ya nos conocéis… Nuestra siguiente parada era el Kinkaku-ji (templo dorado). Y sí, si lo miráis en el mapa descubriréis que está un poco en pitis. Itinerario no recomendado para quejicas o flojeras. De camino paramos en un 7eleven y pillamos sandwiches, patatas, refrescos… para picnic.

Picnic que nos comimos ávidos tras llegar al templo sufriendo las cuestazas que hay para llegar a esa zona sagrada… el camino de la iluminación es así 🙂 Si queréis hacer este plan de comida hay banquitos y mucho sitio para sentarse alrededor del templo y pese a la multitud encontraréis un sitio. Os recomendamos los helados de los puestos que hay por esa zona, estaban riquísimos (sobretodo el de té verde).

Multitud… ¡no he visto tanta gente en mi vida como en Kioto! No sé si Tokyo al ser más grande no daba esa impresión o qué, pero es que no he visto nunca llegar y salir tantos buses llenos de niños, jubilados, amas de casa… en mi vida.

Después de este templo visitamos otro de los top, el que tiene un jardín seco de estos de piedritas (AKA: Ryöyan-ji templo del dragón tranquilo y pacífico, menos mal). Muy Zen, oiga, pero está petado de gente que no deja de hablar y la experiencia es un poco truñer. Además yo pensaba que se podía dar la vuelta para comprobar aquello de que no se ven todas las piedras a la vez, pero no se puede. Hala, spoiler.

A parte del jardín tiene este rincón con una piedra, una fuentecilla, con una interesante inscripción. He encontrado una web muy interesante que habla más de ella (ver aquí) y del pensamiento que transmite, os copio la parte más esencial:

Ware Tada Shiru Taru also seen as Ware Tada Taru wo Shiru […] this means «I know only satisfaction» or «I am content with what I have» or «I alone know I am content with things». The texts is now found often on water basins in Japan. This is a Zen saying that can be also interpreted as «If you learn to be content, you are rich in spirit!» or «I learn only to be contented».

Qué grandes pequeños misterios y sabiduría encierra el pensamiento ZEN… yo intento no olvidarlos, aunque no siempre lo consigo.

Aquí la tenéis

Y después de eso nos quedaba la vuelta, que cumplimos con nuestras bicis como los machotes que somos. Atravesamos otro gran complejo de templos en bici. Prácticamente desierto. La verdad es que pasar del transporte público y patearnos/bicicletearnos Kyoto tuvo su punto. No vimos todo lo más esencial que sale en las guías, pero descubrimos muchos sitios diferentes y tranquilos donde estábamos nosotros y la típica señora japonesa barriendo la puerta de su casa. Sí, esto es universal.