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Amour

No sé qué contaros sobre Amour, la película que ocupó mi pensamiento durante todo el fin de semana pasado, desde que la vimos el sábado por la tarde.

Imágenes de RottenTomatoes

¿Me ha gustado Amour, de Michael Haneke? No. Y sí. Es lenta. Lenta hasta la saciedad. Lenta como los movimientos de un anciano. Y creo que por eso precisamente Amour es lenta, porque tienes que entender que el tiempo transcurre de otra manera a medida que uno envejece. Quizá eso es algo que los jóvenes no podamos comprender, salvo cuando vamos al cine.

¿Es Amour una buena película? Sí. Creo que sí lo es, porque consigue lo que quiere. Al principio, enamorarte de esa pareja de viejos (porque sí, son viejos, aunque suene mal y a podrido y a poco políticamente correcto) que tanto se quieren. Que te sientas en su piel, en especial si estás enamorado. Y después… después… qué angustia de película. Y no es por su lentitud, sino por vivir, por revivir, por recordar lo que es ver en directo el alto grado de degradación humillante a la que puede llegar nuestro cuerpo.

La angustia de esa vejez, la que no sale en los anuncios de dentaduras. La de los asilos que huelen a desinfección y llagas en la piel. La de las frases sin lógica, sin contenido, sin esperanza.

¿Os recomiendo que veáis Amour? No. Y sí. No quiero que paséis un mal rato, pero es una buena película. Una película real. Una película verdadera. Casi casi del realismo social. Es una película honesta. Pero, por primera vez en mi vida, no puedo decir abiertamente «me gustó Amour» o «no me gustó Amour«.

Simplemente, me impactó tanto y tan dentro que no puedo dejar de pensar en ella.

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